La radio del futuro será la que quieran sus oyentes

radio del futuro

Fuente: Portal Digital, MarketingDirecto.com

Por Gorka Zumeta (Periodista, consultor y formador en comunicación)

Madrid 2017

Los jóvenes ya no necesitan a la radio para acercarse a la música. La radio se adapta como un camaleón a los nuevos tiempos, y evoluciona en paralelo con la tecnología.  Cabe el riesgo de prostituir la fuerza de la palabra con una imagen mal entendida.

La publicidad podrá elegir con la nueva radio no sólo mucho mejor, sino también con más eficacia. La radio camina hacia la convivencia de escenarios.

La radio tiene que parar. Reflexionar. Estudiar y analizar detenidamente lo que está ocurriendo a su alrededor. Tomar los datos del EGM, esos que no se publican en los periódicos, y que nos hablan de la escasa renovación generacional de la audiencia -tanto la musical como la generalista-. Replantearse el negocio, que lo hay, pero distinto al actual. Corregir sus propios errores y, si no es demasiado tarde, empezar a mirar hacia los colegios, los institutos, las universidades para crear hábitos de escucha.

La radio está perdiendo demasiado tiempo crecida por una situación económica que ha recuperado parte de las inversiones pasadas. Pero esta imagen puede convertirse en un espejismo en pocos años. Es muy cortoplacista. No se trata de ser agorero, ni de crucificar un medio que seguirá existiendo, pero de otra manera y con otro ropaje. Se trata de afrontar el problema con decisión, con valentía y arrojo, no exento de riesgo.

La radio -la industria de la radio- se soporta en un juego de equilibrios. Cualquiera de las grandes cadenas de radio que operan en España lucha por su supervivencia. Persiguen audiencia, el EGM la refleja y recoge y los anunciantes invierten en función de las fuerzas de cada una de ellas. Éste es el equilibrio. Un escenario en el que el mastodonte del EGM es una pieza clave, estratégica, para garantizar la continuidad del sistema. Pero la tendencia apunta a un crack de esta balanza.

La llegada de otras ofertas basadas en el audio, de carácter gratuito, y soportadas en la red -léase, por ejemplo Spotify- ha supuesto una clara alteración del statu quo que imperaba en la radio y marcaba su evolución. Los más jóvenes se acercaban al medio a través de la música, y coqueteaban luego con la radio generalista gracias al deporte, sobre todo. Hoy, este ‘puente’ lo han volado, entre otros, Spotify. Los jóvenes ya no necesitan a la radio para acercarse a la música. Pueden construir sus propias play list con solo arrastrar el dedo en su smartphone. Además, Spotify está logrando lo que era impensable en España: superar el all free de internet y apostar por la versión Premium de esta aplicación, que está creciendo como nunca, no sólo entre los más jóvenes, sino entre todos sus perfiles mayoritarios. En el mercado europeo de Spotify, España no está en cabeza en demanda de su versión de pago, pero su crecimiento ya destaca con respecto a años precedentes. La tendencia está cambiando.

Es cierto que la radio musical añade prescripción, frente a los algoritmos de Spotify; y también el conocido ‘efecto sorpresa’, los temas musicales que, dentro de un mismo estilo que marca la personalidad de la cadena, se van sucediendo unos tras otros, atrapando al oyente (esto es algo fácilmente trasladable también a una App.). Pero los jóvenes no lo saben. Para esta generación del “todo ¡ya!” la radio va muy lenta, y no se puede decidir sobre ella, te la dan hecha. Incluso su aspecto -el de los receptores- es antiguo. La imagen de la radio que tienen los jóvenes está heredada de sus padres, anquilosada en una estructura tan repetitiva como previsible; o sea, con escaso interés para ellos.

El quid de la cuestión, de la supervivencia de la radio, está en los oyentes. Por eso estoy convencido de que desconozco cómo será la radio del futuro; pero, en cualquier caso, tengo algo muy claro: la radio del futuro será la que quieran sus oyentes. Ellos van a decidir.

La radio se adapta como un camaleón a los nuevos tiempos, y evoluciona en paralelo con la tecnología. La llegada de internet, contrariamente a lo que muchos pensaban en sus comienzos, ha supuesto para la radio un soplo de aire fresco: la posibilidad de escuchar, con una calidad más que razonable, cualquier emisora del mundo con un solo clic era algo impensable hace sólo unos pocos años. La radio -lo ha demostrado- se adapta a cualquier escenario, por muy adverso que parezca en el principio de sus tiempos. Llegó y encandiló a los oyentes con sus historias; nació la televisión y -lejos de hundirse- se creció y recuperó sus años dorados gracias a su tratamiento de la información y a la credibilidad que proyectaba. Paradójicamente, frente a la imagen, la palabra era más sólida.

Ésta es, sin ninguna duda, la esencia de la radio: la palabra. Y cabe el riesgo de prostituirla con una imagen mal entendida. La aportación del texto, de fotografías o de video en streaming la enriquece, sin duda; pero no puede equivocarnos de dirección, porque entonces la radio se diluirá como el agua en el vino, y desaparecerá.

España es un país de radio. Sin ninguna duda. Lo ha demostrado a lo largo de varias décadas. Lo fue en el caso de nuestros abuelos, de nuestros padres y ahora de nosotros. También existe una responsabilidad paterno-filial en la continuidad de un hábito como éste, el de la escucha de radio, que en estos tiempos se percibe de manera contraria -más negativa- entre los jóvenes, como antes apuntaba. Confío en que, conforme los jóvenes vayan alcanzando su primera madurez, redescubran la radio en medio de una enorme oferta de contenidos, casi infinita, que llegará a abrumar y a superar a quien no opte por dejarse aconsejar por buenos prescriptores. Este gran centro comercial virtual que se llama internet necesita de muchos guías. Y la radio, también.

En este año 2017, el Día Mundial de la Radio se presenta cada vez más emocionante; porque, inexorablemente, el paso del tiempo nos conduce hacia un modelo diferente de consumo en la dieta mediática de la población. Estarán, por un lado, los oyentes “de siempre” -que aumentarán, con el crecimiento de la expectativa de vida- aunque con un atractivo comercial como oyentes claramente inferior a otros segmentos de población; y estarán, por el otro lado, los consumidores esporádicos, que se acercarán a la radio (¡o a los podcast!) en contadas ocasiones, sin un hábito de escucha tan interiorizado como las generaciones que les hemos precedido.

En este sentido, la iniciativa ‘LA RADIO QUE QUEREMOS’, que hemos puesto en marcha un grupo de actores del escenario radiofónico internacional (TEA FM, el blog ‘Radios de América’, Laboratorio de radio y servidor a través de mi web www.gorkazumeta.com ), y que ha reunido a más de un centenar de profesionales y docentes de este medio de España y Latinoamérica, ahonda en ese futuro tan aparentemente desconocido para algunos que se empeñan en adoptar la postura del avestruz; pero que sin embargo, está apuntando ya a cambios sustanciales que nos llegan de otras latitudes y de las que también debemos aprender. Más de cien reflexiones, con orientaciones muy diversas, nos deben hacer pensar que la radio, tal y como la conocemos ahora -y siempre la hemos conocido así- no sólo va a cambiar de fisonomía, sino que ya está cambiando.

El salto introducido por el universo podcast, que multiplica exponencialmente la libertad de elección del oyente, constituye sin duda uno de sus grandes atractivos de cara al futuro y muy probablemente, pensamos muchos, la posibilidad de reconstrucción de ese puente generacional al que me refería en líneas anteriores, y que el nuevo escenario de un audio más accesible, y variado, ha derruido.

La llegada del podcast debe también hacer reflexionar a la radio, porque la divide. Separa los contenidos en función de su empaquetado, sincrónico o asincrónico: aquellos que son susceptibles de conformar un archivo de audio y aquellos que no tiene sentido que se compartimenten, porque están soportados en el directo. Estos últimos suponen la gran baza de la radio: el regreso a la época dorada, la vuelta a la calle, a pegarse a la vida, a lo que ocurre en ella, y a contarlo bien. A la radio le queda la credibilidad, el ser un medio referente y de referencia. Pero ya no va a poder vivir de rentas. Ni siquiera va a ser necesario emitir en streaming. Bastará con crear una plataforma de contenidos en audio, con una oferta de calidad. Lo que ha hecho, por ejemplo, Prisa Radio, con Podium Podcast. El oyente -el consumidor- no es tonto, y sabe apreciar la calidad. La buscará. Y el que esté mejor situado se lo llevará.

¿Y la publicidad? Seguirá buscando oyentes. Seguirá buscando impactos. Allá donde estén, discriminando sin complejos, invirtiendo en caladeros que les reporten beneficios, pero eligiendo mucho mejor y, no nos olvidemos, acertando mucho más, porque las audiencias se van a ir atomizando, es cierto (no serán tan millonarias como ahora); pero simultáneamente se van a ir personalizando, algunas hablan de ‘tematizando’. A una marca de deportes le interesa encontrarse con amantes y practicantes del deporte. Hasta ahora no era posible, porque la especialización no existía. Pero ahora, la radio online precisamente, va a facilitar esa tematización. Y nos queda hablar de la geolocalización, y la individualización de mensajes comerciales, con ofertas “al lado de tu casa”. La radio no puede permanecer ajena a esta revolución comercial, de la que depende, también, su supervivencia.

No creo que en el futuro toda la radio sea online. Las actuales redes IP no soportarían, hoy por hoy (mañana ¿quién sabe? es cierto) un trasvase analógico-online de la radio española. Yo creo que se camina hacia la convivencia de escenarios. Pero la radio terrestre tiene que digitalizarse. Hace años que la OM y la FM están amortizadas. Y si hemos continuado con ellas en el siglo XXI ha sido por la crisis económica. De lo contrario, la radio hubiera acompañado a la televisión, en su eclosión de la TDT. En Noruega han empezado a desmantelar la FM, en beneficio de la DAB -el nuevo estándar elegido por la Unión Europea-. Pero la medida contaba con la insatisfacción de un 66 por ciento de la población. No se puede fomentar la radio a golpe de Decreto-Ley. Al contrario, las medidas de fuerza dividen.

Apuesto por la convivencia. Como el modelo británico. Allí los oyentes se han dado cuenta de que hay buenos programas en DAB, y por el boca oreja, y la promoción, se han comprado un receptor para escucharlos gratuitamente. Los oyentes tienen que convencerse por sí mismos, no porque les obligue su gobierno. O sea, todo depende de los contenidos. Pero hay un problema: el económico. La industria radiofónica no puede cuadruplicar gastos por oyente: OM, FM, DAB+, y online (y quintuplicar con TDT). Esta situación no puede perdurarse indefinidamente. Ya están apagándose emisoras de OM, porque se están quedando sin oyentes. Literalmente. Y ocurrirá lo mismo -Noruega ha abierto el camino- con la FM, aunque en España tardará, salvo que Europa tome cartas en el asunto, arrincone su abdicación en la expansión de la radio terrestre digital, e imponga un calendario de apagón. Esta situación provoca desorientación en el sector. Pero esto no parece importarles a nuestros representantes políticos.

En paralelo a las grandes corporaciones radiofónicas europeas, a la enorme y tradicional industria del sector, el escenario online seguirá ofreciendo la posibilidad de triunfar desde una simple plataforma unipersonal a aquel que, con brillantez, sea capaz de responder eficazmente al reto de ofrecer un buen contenido. Internet multiplica viralmente una idea, una canción, un video, ¡un podcast! Y miles de personas se aprestan a consumirlo con fruición. En este sentido, “La Cafetera”, programa del periodista Fernando Berlín, pionero en España en radio online con Radiocable.com, logra ser trending topic a diario, un hito que empieza a pasar inadvertido por acostumbrado. Pero este modelo es posible, internet se encarga de canalizarlo. Sólo falta el talento.

Los retos están ahí. Las incertidumbres abundan. Pero hay que afrontarlas con decisión y también oportunidad. Insisto: el que mejor posicionado esté, atrapará mejor al oyente despistado. Pero en este nuevo escenario, variopinto, libre y apasionante, habrá no sólo Goliats, sino también Davids que tirarán de onda y derribarán al gigante. Algunos Goliats preferirán ponerle un piso a un David, en lugar de averiguar realmente cuáles son sus artes para ridiculizar su poderío. En este nuevo universo radiofónico la oferta será enorme, pero no olvidemos que la escucha es un hábito y que hay que fomentarlo. No olvidemos las bases de la población: las más jóvenes. En ellas está indudablemente el futuro. A la radio le quedan muchas páginas por escribir. Le quedan muchas horas por contar. Le quedan muchos cariños por repartir. Le queda mucha vida por compartir. Le queda mucho. Pero hay que currárselo.