LA GUERRA DE LOS MUNDOS (30/10/1938). Cuando la ficción devino en “Realidad”.

Por Oscar E. Bosetti (*)

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El asunto, en general, había sido hábilmente encarado como un supuesto programa musical en el que se iban interpolando anuncios cada vez más amenazadores de una invasión marciana; un locutor simulaba pasar noticias, otro realizaba entrevistas a fraguadas autoridades o eminencias científicas, e inclusive un tercero afirmaba que estaba presenciando los estragos provocados por los invasores en una de las zonas más pobladas de Estados Unidos.
Jaime Rest.

Cuando Orson Welles (1915-1985) puso al aire la adaptación de La Guerra de los Mundos, la novela de anticipación del escritor inglés Herbert George Wells (1866-1946), para una de las audiciones del Mercury Theatre emitidas por la cadena CBS (Columbia Broadcasting System), ese capítulo operó como un verdadero revulsivo e instauró un antes y un después inapelable(1). Hasta ahí, si seguimos el razonamiento del investigador español Lluís Bassets, tendríamos este cuadro de situación:

No es casualidad que la primera época de la radio coincida casi fecha por fecha con la época de las revoluciones proletarias. La ola revolucionaria que se extiende por el centro de Europa a partir del Octubre soviético va acompañada por la utilización de lo que entonces es aún la radiotelegrafía, que si bien no está todavía comercializada en la modalidad de los radiorreceptores familiares, permite a los consejos de obreros y soldados comunicarse entre sí y hacer llegar sus proclamas a los puntos más alejados de la geografía.
br> El primer gesto del poder, por tanto, es controlar este medio misterioso y lleno de posibilidades subversivas. Controlar la emisión y controlar, incluso, la recepción en forma de licencias para la adquisición de receptores o de porcentaje de determinadas bandas.

Pero el segundo gesto ya no es únicamente de control, sino de aprovechamiento político. La década de los años treinta y cuarenta está marcada por la utilización y por la instrumentalización directa de la radio para la creación de consenso político en el interior de los países y para la lucha psicológica exterior que acompaña a las confrontaciones bélicas o a las situaciones de tensión internacional: Roosevelt y sus charlas al calor del hogar, Hitler y Goebbels y sus mensajes a la Nación o a los combatientes alemanes, Queipo de Llano y sus transmisiones a los quintacolumnistas, la voz de De Gaulle identificada con la voz de Francia gracias a la emisión francesa de la BBC, y además todas las emisiones en lenguas extranjeras de un país a otro con vistas a contaminar la conciencia popular del adversario y luego la grandes instalaciones de Radio Liberty y La Voz de América, por un lado, y de Radio Moscú, por el otro(2).

Ahora bien, a esta altura del relato uno podría interrogarse acerca de cuáles fueron los signos subversivos que, en la inquietante “Noche de Brujas” norteamericana, incorporó el radiodrama escrito por Howard Koch con la colaboración de Paul Stewart y dirigido por el célebre hacedor de El Ciudadano Kane (1941). En primer lugar, la supuesta presencia de marcianos en el Estado de New Jersey demostró las poderosas dotes de Orson Welles y su elenco para tornar verosímil una fábula fantástica; o, si se prefiere, reveló la habilidad para mixturar manifestaciones provenientes del patrón dramático (el radioteatro) con aquellos que abrevaban del patrón de los servicios de información periodística (los noticieros) y así construir un nuevo modelo estético radiofónico.

También, ese episodio certificó algo más: el aparente poder de los medios masivos de comunicación sobre la construcción de la opinión pública y los alcances de esos intentos de manipulación. Pero, sobre todo, La Guerra de los Mundossignificó que una serie de trabajos teóricos e investigaciones hasta ese momento dispersos y escasamente sistematizados, tomaran como exclusivo centro de sus indagaciones a la Radio y se cruzaran con la problemática más compleja de la formación de las audiencias. Como señala el crítico de la cultura Jorge B. Rivera:

Las investigaciones de Cantril (se refiere al psicólogo Hadley Cantril, un científico de la Universidad de Princeton, que hacia 1940 publicó uno de los primeros estudios sobre el fenómeno de la Radio como medio de comunicación, N. del A.) ponían muy en evidencia la enorme importancia del macro marco de los oyentes, muy tocados por los coletazos de la crisis de 1929 y por los fantasmas de lo que sería, poco más tarde, la Segunda Guerra Mundial; y, por añadidura, el cotejo de la información previa de los oyentes, en términos de “prestigio” del verosímil científico y de la capacidad para percibir ciertas “inverosimilitudes” en la mención de magnitudes de tiempo y espacio(3).

Pero, más allá de los interesantes estudios acerca de los efectos que produjo en su audiencia la emisión del Mercury Theatre, hay otra línea de investigaciones que, por entonces, se abre hacia cuestiones relacionadas con la estética radiofónica, con las limitaciones y los recursos del nuevo medio y con el horizonte de especificidades que contiene el lenguaje radiofónico.

Y allí están las precisas y fundacionales observaciones del esteta alemán Rudolf Arnheim (el célebre autor del impar libroEstética Radiofónica) que instituyen las particularidades de la expresividad sonora. Esas mismas que, sin obviar la función de la oralidad (el código lingüístico) en el crescendo de la trama dramática reivindica el lugar del código paralingüístico. Ese mismo universo de significados que en el guión radiofónico pautó (en el lugar adecuado) las sirenas de las autobombas, el murmullo de los vecinos azorados, los acechantes chirridos metálicos provenientes de las naves invasoras, los ominosos zumbidos de las armas letales o los gritos desgarrados de las primeras víctimas mortales. En fin, es esa acusticidad radiofónica la que terminó de completar esas precisas escenas en la mente de los públicos espantados por una “realidad” que percibían expectantes con los ilimitados ojos del imaginar.Esos que se activan cuando el parlante de la Radio comienza a vibrar en cada nueva emisión.

(1)Uno de los antecedentes ponderables que actuó en la misma dirección que la audición de Orson Welles se registró en Gran Bretaña. El 16 de enero de 1926, por la BBC, el sacerdote católico Ronald Knok describió el accionar de una supuesta multitud de desocupados que, tras atravesar Londres, tomaba por asalto el Parlamento y, posteriormente, ejecutaba a un ministro del Gabinete de gobierno. Este relato de Knok (un conocido escritor de novelas policiales) provocó gran agitación en una comunidad que transitaba por un período de penurias económicas que desembocó –como resultaba inevitable- en una gran huelga durante mayo de ese mismo año.
(2)Bassets, Lluís (comp.) De las ondas rojas a las radios libres.Barcelona, España, Gustavo Gili, 1981, p. 6.
(3)La Radio: un marco de análisis portátil. Cuadernos de Periodismo Nº 2, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Lomas de Zamora, s/f

(*) Docente de grado en las Carreras de Comunicación Social de las Universidades de Buenos Aires, Quilmes y Entre Ríos y en ÉTER (Escuela Terciaria de Estudios Radiofónicos)