El actor y la radio: el estímulo y la falta.

Por Arturo Bonin.

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Arturo Bonín durante la charla de Narrativa Radial en El Centro Cultural de la Cooperación

Uno de los exponentes más valiosos del teatro en la Argentina –por su calidad como actor y su compromiso con la pluralidad- cuenta que gracias a la radio descubrió su vocación y que actualmente la concentración mediática no sólo excluye al actor de la radio también “convierte a los oyentes en rehenes”.

Yo trabajo de contador de cuentos. Les presto el cuerpo, la voz, esta herramienta natural mía a distintos personajes, pero en definitiva lo que estoy haciendo es contando cuentos. Y lo hago con complicidades: los autores, los directores y demás. Juntos creamos una banda para contar cuentos. Nos falta –aunque fue éste el primer estímulo que tuve- la radio.

Después de muchos años me di cuenta que quería ser actor porque escuchaba radio, el teatro lo transmitían por radio cuando yo era niño. Era alucinante escuchar el golpe del telón cuando caía y cuando los aplausos pasaban a un segundo plano para empezar la función. Todo esto estimulaba mi imaginación y fue un disparador para después darme ánimo, para poder subirme a un escenario y poder decir un texto con estas complicidades que decía.

Y la radio siguió acompañándome durante muchos años de mi vida. Durante mucho tiempo tuve que trabajar de otras cosas mientras era actor y en el auto escuchaba la radio. Era una compañía y un estímulo. Pero de un tiempo a esta parte, pude observar que con seis llamadas de la audiencia, con cinco discos y con tres noticias que me las repiten 18 veces por día, conforman un programa de radio, que se replica en otras tantas radios.

Hablamos de una concentración de medios (y de un proyecto de ley que discute esa concentración) donde los medios super concentrados determinan qué es lo que tenemos que oír y lo que tenemos que ver, de qué tenemos que discutir; y así nos enteramos que el riesgo país llegó a un punto determinado y que eso puede ser terrible porque el piso se puede transformar en manteca. Cualquier cosa nos pueden llegar a decir… en el diario, en la TV y en la radio. Aunque a la radio, a veces, se la deja a un costado como si fuera inocua. Y yo creo que es una herramienta importantísima.

Recuerdo que hace algunos años se había librado una batalla contra las radios de frontera: “Están terminando con nuestro idioma”, “nuestros niños hablan en portugués”, “nuestros niños hablan en guaraní”, se denunciaba en algunos grandes medios. Era evidente que había un interés atrás de esa crítica, un interés por tomar determinados espacios en el espectro de la radiofonía en esos lugares, levantando la bandera de defender nuestro idioma cuando en realidad lo que hacían (y hacen) es, a su vez, intentar vendernos otras cosas.

Yo me conecto con la radio desde esta necesidad de contar historias nuestras, de poder seguir siendo un contador de cuentos, pero de cuentos que nos representen, que tengan que ver con nosotros, cuentos que nos dejen la posibilidad de pensar y recordar quiénes éramos para poder pensar quiénes somos.
Tengo un director de cine amigo que dice: “donde están los próceres en las aulas, tendrían que estar los directores de cine también, porque cuentan cuentos, y cuentan quiénes somos”. Y yo agregaría: si nosotros no podemos contar quiénes somos, nuestros nietos no van a saber quiénes son ellos.
Yo creo que la radio hoy no tiene oyentes, sino rehenes. La función social de la radio se ha perdido, ese poder aglutinador que convoca a los vecinos, a la comunidad para exponer sus problemas se ha subsumido a favor de los grupos concentrados que nos atribuyen sus intereses como si fueran nuestros.
Creo que este es el momento de comenzar a poner freno a todo eso. Y que lo pasen por la radio, para que nos enteremos todos.

(*) Esta nota fue extraída de la exposición oral de Arturo Bonin en el marco de la charla abierta “La Narrativa: el desafío cultural de la radio”, organizada por Narrativa Radial y el Centro Cultural de la Cooperación (Buenos Aires, 27/5/09)